Después de varias cancelaciones en las dos últimas temporadas provocadas por la situación sanitaria, Juan Diego Florez finalmente llegó a Málaga y como era de esperar la expectación era máxima. Como poco Florez colgó el cartel de no hay billetes para el primer lleno del Coliseo tras la pandemia, aunque para muchos constituía además una continuidad natural de aquel otro gran recital que acompañado también de la Filarmónica de Málaga que guardan en la memoria muchos aficionados.

Recital extenso y ambicioso por la selección de páginas centrado en la evolución del Bel canto rossiniano y de G. Donizetti -junto a V. Bellini conforman el gran trío de cimas hasta la incorporación de G. Verdi-; como también en la evolución del propio repertorio del artista hacia el romanticismo francés de Massenet, Lalo y Gounod hasta arribar al verismo que encarnan Mascagni y Puccini. Todo ello introducido por varias oberturas e intermezzi que a modo de bloques fueron desgranando todo el programa en concierto.

Florez muy cómodo en las tablas alargó el esperadísimo concierto con hasta seis propinas fuera de programa que conformaban en sí mismas una segunda parte que hablan de la evolución vocal y artística del tenor peruano quien hizo gala de una emisión más potente, rica en armónicos y ejemplo de fraseo, legato y colocación. Elementos todos estos que en escena están muy presentes, aunque con un papel que en ocasiones hacen olvidar al oyente de su presencia porque son puestos al servicio del propio gusto musical del cantante. No es de extrañar entonces que el tenor despierte pasiones más que justificadas.

Christopher Franklin fue la batuta encargada de acompañar a Flòrez plegando en todo momento la emisión del conjunto en lo que sin duda fue un ejemplo de acompañamiento sin restar personalidad a la Orquesta. ¡De la correctísima obertura de L’Italiana in Algeri Franklin dió paso a la imponente aria Deh!  tu m’assisti amore donde Florez ya avanzaba su prodigiosa colocación que le permite tutear la coloratura como quedó patente en la arriesgada aria de Semiramide La speranza più soave revalidando así el gran dominio y conocimiento que el músico guarda del Cisne de Pesaro.

No menos bravo se mostró Flórez al enfrentar dos arias de Donizetti comenzando por la inmortal Una furtiva lacrima y la exigente Inosservato penetraba de Il duca d’Alba que cerraba el capítulo Belcantista para adentrar al auditorio en el repertorio francés de Lalo, Mssenet y Gounod en un trío airoso en la que la dicción y ese gusto musical con el que cincela cada página lo convierten en un músico de dimensiones universales.

Con el aria Torna ai felici di de Puccini finalizaba oficialmente el programa de este recital que se vería engrandecido con seis propinas fuera de concierto en la que no faltó la canción hispano-americana y nuevamente el verismo de Puccini en el aria Nessun Dorma de Turandot que definitivamente puso en pie a un auditorio rendido al talento de este músico que está escribiendo una página de oro en la historia de la lírica.

Fuente: La opinión de Malaga